miércoles, 27 de febrero de 2008

Crece la inconformidad contra constructora de la familia Díaz Ochoa

Por Fredy López Arévalo San Cristóbal de Las Casas.

Antonino García García, estudiante del doctorado en biología en el Colegio de la Frontera Sur , mejor conocido como Ecosur, se sumó a la protesta contra la constructora Peje de Oro, que pretende edificar 224 viviendas en cuatro niveles y 112 cajones de estacionamiento en hectárea y media de humedales, en la zona de Corral de Piedra, en San Cristóbal de Las Casas.

Antonino García García no es un revoltoso ni altanero ni bravucón; por el contrario, es un especialista en el tema. Su tesis de maestría, que curso en la Universidad de Chapingo, la dedicó al estudio de la cuenca cerrada (también llamada olla o cuenca endorreica) de San Cristóbal de Las Casas, donde, dice, el agua no escurre en forma superficial, por los ríos, sino que se filtra por el valle a través de los sumideros hasta el túnel, que desemboca en el río Grijalva, donde unos mil productores de 21 comunidades cultivan hortalizas con aguas residuales que luego ofertan en los mercados de San Cristóbal de Las Casas, Tuxtla Gutiérrez y Comitán, con los consecuentes problemas de salud que luego hay que atender.

Por ello se unió a un grupo de ciudadanos que de manera espontánea se juntó para defender los remanentes de humedales en San Cristóbal de Las Casas, amenazados como están por constructores voraces, como la compañía Peje de Oro, de la familia Díaz Ochoa, que desde hace cuatro años ha rellenado de manera ilícita una de las pocas zonas de humedales existentes en el valle, la que colinda con la Universidad Intercultural (Unich) y las colonias Real del Monte y Kaltic.

El valle de Jovel, dice el especialista, contaba, hasta antes de 1973, con 598 hectáreas de humedales, donde no se debió haber construido, pero se hizo (la mitad de la población de San Cristóbal se asentó sobre humedales); quedan solo alrededor de 100 hectáreas , que si se rellenan, que si se secan, si se construye sobre ellas, podrían provocar que San Cristóbal de Las Casas se quede sin agua en los próximos 20 años, y lo que es peor, estaremos expuestos a constantes inundaciones.

“Lo que está sin construir, lo que está libre de casas, eso es lo que se debe conservar en la carta urbana”, asienta Antonino García, según cuyos datos el valle de San Cristóbal de Las Casas tiene 270 kilómetros cuadrados, 98.81 por ciento de los cuales están ocupados.
Por más que parezca exagerado, dice el investigador, de las seis hectáreas de humedales remanentes en Corral de Piedra, depende el agua de cuatro manantiales: Nahualá, María Auxiliadora, Campanario y Pedregal; así como los manantiales de El Cubito y La Almolonga , dependen de otra zona de humedales; o el manantial Peje de Oro, que aunque no depende directamente de una zona de humedales, proviene de corrientes interiores, que escurren de la reserva Pellitzzi.

Pero no solo eso. Según Antonino García, de continuarse, como hasta ahora, destruyendo sus bosques, excavando sus montañas para extraer arena y grava y construyendo unidades habitacionales sobre las últimas 100 hectáreas de humedales de alta montaña que le quedan, San Cristóbal de las Casas estará expuesto a constantes inundaciones.
“San Cristóbal de Las Casas es una cuenca cerrada y tiene una precipitación anual de mil 200 mililitros que si no se filtran o no se evaporan, inundarán el valle hasta en un metro 20 centímetros ”, sentencia.

Esto no es una fantasía, es un hecho histórico documentado en el Archivo Histórico Diocesano, donde Antonino García hurgó para escribir su tesis de maestría. Las inundaciones en el valle de Jovel han sido constantes, cíclicas: 1592, 1651, 1785, 1789 y 1972.
“Hasta antes del túnel, que se construyó en 1974, el agua llegaba hasta una cuadra antes de la iglesia de La Merced ”, dijo durante una exposición que los vecinos de los fraccionamientos Real del Monte y Kaltic ofrecieron a los medios de comunicación, para explicar, cómo todo lo que llueve en el Huitepec y en el Zontehuitz escurre al valle, y de ahí a los ríos Amarillo, Fogótico, San Juan Chamula, San Felipe.
“Pero, ¿qué pasará sí se secan o se rellenan las últimas 100 hectáreas de humedales que quedan como remanentes?”, se pregunta el investigador, y él mismo responde: “El agua se nos va a ir muy rápido y estaremos expuestos a inundaciones… las consecuencias las vamos a pagar todos”, advierte.

El crecimiento poblacional en el valle de San Cristóbal, según el investigador, ha sido muy rápido: de 3,350 habitantes en 1528, cuando sólo se habitaba 0.57 por ciento de la superficie del valle, a 1970, cuando el número de habitantes era de 25 mil y la superficie ocupada era del 13,21 por ciento; a 1980, cuando la ocupación del valle era del 26.71 por ciento, hasta el año 2000, cuando la ocupación del valle es del 98.81 por ciento. “Es decir, tres mil 350 hectáreas están completamente ocupadas, ya no hay para dónde crecer, a menos que se haga afuera del valle”, sostiene Antonino García.
“Esta ciudad ha crecido en los últimos 30 años así de expansivo y así de explosivo; la mancha urbana y la agricultura de temporal han crecido sobre los manchones de bosques de encinos y pinos, y la zona de humedales ha sufrido una presión muy fuerte y se está destruyendo”, asienta el especialista.
“Unos 150 mil turistas visitan cada año, al menos una semana la ciudad, y ellos, al igual que la población estacionaria demandan agua (agua para bañarse, para beber, para asear la casa, el auto, los trastos, la ropa), pero, oh sorpresa, en el sistema de agua del Sapam existen 1,200 fugas; pero además, es lamentable, aún no tenemos una planta de tratamiento de aguas residuales”, dijo.

En su investigación, Antonino García documenta que entre 1920 y 1965, pequeños empresarios coletos tenían dos hidroeléctricas en los que generaban energía eléctrica para mover 10 molinos de trigo. “¡San Cristóbal de Las Casas tiene posibilidad de generar su propia energía eléctrica!”, exclama con sobrado entusiasmo, aunque luego se desalienta cuando reseña que a finales de los años 80, la Coca-Cola perforó dos pozos profundos en las faldas de la reserva ecológica Huitepec, de los que extrae, cada año, 258 millones de litros de de agua para producir 43.2 millones de litros de refresco ( a razón de seis litros de agua por litro de refresco), que la refresquera vende a 10 pesos el litro, lo que suman 432 millones de pesos, suma similar a la que el municipio de San Cristóbal de Las Casas tiene como gasto en la cuenta pública durante dos trienios.
“¿Quién dio la autorización de que se perforaran esos dos pozos en el 2002?, claro que la Comisión Nacional del Agua (CNA), pero forzada por un permiso municipal que ya había autorizado la instalación de la planta de Coca-Cola; si el municipio no hubiera dado permiso, hubiera sido un candado bastante efectivo para que la CNA no autorizara la perforación de los pozo”, sostiene; pero, “¿quién estaba en el 2002 como presidente municipal en San Cristóbal de Las Casas?”; él mismo responde: “Mariano Alberto Díaz Ochoa, y saben que le dieron a cambio, al menos es lo que se supo de manera oficial, apoyos para la Feria de la Primavera y de la Paz … y todos contentos… si ese es el intercambio que hace con nuestros recursos naturales, mal andamos… y saben cuánto paga la Coca-Cola a la Comisión Nacional del Agua cada año… 350 mil pesos”.

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